La Misa es el centro de la vida cristiana porque en ella el sacrificio único de Cristo se hace presente de forma incruenta, perpetuando su oferta redentora en la cruz. Según enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 1366), la Eucaristía representa el sacrificio de la cruz, siendo su memorial. Aplica los frutos de ese sacrificio, como la remisión de los pecados. Cristo se ofreció una vez por todas (Hebreos 7,27; 9,26; 10,10) y, en la Misa, esta única oblación se hace presente, no como repetición, sino como actualización sacramental (1 Corintios 11,24-25; Lucas 22,19-20; Hebreos 9,14).
El Catecismo (CIC 1367) enseña que el sacrificio de Cristo y el de la Eucaristía no son dos sacrificios distintos, sino que constituyen un único y mismo acto: "es la misma víctima que se ofrece". En la Misa, la Iglesia participa de ese sacrificio, ofreciéndose también con Cristo. Como dice San Pablo, la vida de los fieles, sus sufrimientos y sus oraciones se unen al sacrificio de Cristo (Colosenses 1,24; Romanos 12,1). Cuando participamos en la Eucaristía, nos unimos a la oferta de Cristo, como un solo cuerpo (1 Corintios 10,16-17).
La oblación de Cristo, que conquistó para nosotros una redención eterna (Hebreos 9,12), se perpetúa en la Misa (CIC 1368), dando a los cristianos la posibilidad de unirse a esta ofrenda. La Eucaristía es, así, un sacrificio propiciatorio (Isaías 53,5; Mateo 26,28), aplicando a todos los fieles la gracia de la redención alcanzada una vez por todas por Cristo. La Misa no es una repetición, sino la presencia viva del sacrificio de Cristo, que se renueva en la liturgia para la salvación de todas las generaciones.
La Misa: Actualización del Sacrificio de Cristo
La Misa es el centro de la vida cristiana, pues en ella el sacrificio único de Cristo en la cruz se hace presente. Según el Catecismo (CIC 1366), la Eucaristía es el memorial de ese sacrificio, aplicando sus frutos redentores, como la remisión de los pecados. En la Misa, la oferta de Cristo se actualiza, no se repite, haciéndose un evento presente para la salvación de todos.
Participación de los Fieles en el Sacrificio de Cristo
El Catecismo (CIC 1367) enseña que el sacrificio de Cristo y el de la Eucaristía son uno solo. En la Misa, los fieles unen sus vidas, oraciones y sufrimientos a la oferta de Cristo, participando en este acto de redención (Colosenses 1,24; Romanos 12,1). Así, la Eucaristía perpetúa la oblación de Cristo y aplica a los fieles la gracia de la redención, renovando la presencia de Cristo para todas las generaciones.
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El sacrificio de Cristo es único y no repetido: Hebreos 7,27; 9,26; 10,10
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El sacrificio de Cristo se hace presente en la Misa: 1 Corintios 11,24-25; Lucas 22,19-20; Hebreos 9,14
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La Iglesia participa en el sacrificio de Cristo: Colosenses 1,24; Romanos 12,1; 1 Corintios 10,16-17
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La oblación de Cristo se perpetúa en la Misa: Hebreos 9,12; 10,14; 9,26
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El sacrificio de Cristo es propiciatorio: Isaías 53,5; Mateo 26,28
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CIC 1366, 1367 y 1368
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Consulte en el Catecismo de la Iglesia Católica las siguientes referencias: CIC 1363, 1364, 1365, 1366, 1367 y 1368
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