1 En el altar ocurre el punto culminante de la liturgia: la consagración del pan y del vino, que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esto remite al sacrificio de Cristo en la Cruz, celebrado de manera incruenta en cada Misa. Cuando los católicos tienen un altar en la iglesia, reafirman su fe en la Eucaristía como "fuente y cumbre de toda la vida cristiana" (CIC 1324), pues allí Cristo se ofrece por nosotros, en memoria de lo que hizo en el Calvario.
Además, el altar también refleja la idea de comunión y unidad de la Iglesia. Todos los fieles se reúnen alrededor del altar para compartir del único pan y del único cáliz, como enseña San Pablo en 1 Corintios 10,16-17: "El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es una participación en la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es una participación en el cuerpo de Cristo? Porque hay un solo pan, nosotros, aunque somos muchos, somos un solo cuerpo." Por tanto, el altar es el símbolo que une a los católicos alrededor de Cristo y entre sí.
Bíblicamente, el altar también tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, donde era el lugar central de los sacrificios ofrecidos a Dios. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, el sacrificio perfecto de Cristo sustituye a los sacrificios antiguos. En Hebreos 13,10, el autor afirma: "Tenemos un altar del cual no tienen derecho a comer los que sirven en el tabernáculo." Este "altar" es el propio Cristo, cuyo sacrificio único y eterno se hace presente en el altar de la iglesia.
Los católicos tienen un altar en la iglesia porque representa a Cristo y su sacrificio redentor, celebrado de manera sacramental. Durante la Misa, el altar se convierte en el punto de encuentro entre el cielo y la tierra, donde los fieles participan del misterio de la salvación. El altar es el centro de la vida litúrgica, y a través de él, los católicos se unen más profundamente a Cristo y entre sí en la fe y en la Eucaristía, renovando constantemente su compromiso con Dios y con la Iglesia.
